Este año 2019 ha sido muy especial para mi, ya que empezó en Nueva Zelanda, en un pueblecito encantador llamado Wanaka. Llegué allí por casualidad, porque viajajaba con mi amigo Lois hacia el sur con la intención de trabajar cogiendo cerezas. Casualmente me ofrecieron trabajo de masajista allí y decidí quedarme.
Después de pasar en un albergue unos días, encontré una habitación compartida en una pequeña casita cerca del centro. Eramos seis en la casa, aunque cada poco tiempo la gente iba y venía.
Pasé cuatro meses en Wanaka, los dos primeros trabajando en la clínica de masaje a la vez que lo compaginaba con hacer camas en un hotel. Los dos siguientes ofreciendo masajes por mi cuenta en el gimnasio de Crossfit. Esto fue posible gracias a una angelita llamada Kushma, que me prestó su camilla y todos sus utensilios de masaje para que pudiera montar allí un sitio.
Lo que más disfruté de Wanaka fue su maravillosa comunidad Acroyogi. Desde el primer día me acogieron como si fuera parte de la familia. Flair, Stan, Shell, Cecile (bendita Cecile ¡te adoro!) entre muchos otros. Fueron compañeros de juegos y tardes de conversaciones, haciendo mi vida allí casi como estar en casa. Las tardes de domingo practicando al lado del lago me recordaban a los domingos en Valencia y me hacían muy feliz.
Quiero hacer especial mención a Blake, mi querido escritor nómada, el cual me animó a montarme la sala de masaje por mi cuenta y me ha inspirado a escribir este año en retrospectiva, ya que él lo hace todos los años en su blog. También lo conocí a través del Acro, como no podía ser de otra forma.
Además gracias a Tim, un australiano bastante peculiar (que conocí también haciendo Acro, esto se está haciendo predecible) volví a tomar contacto con la escalada después de tantos años.
Pese a que fue muy duro física y emocionalmente por la cantidad de trabajo y el estrés del dinero, montones de personitas encantadoras me aligeraron la carga. Entre ellos quiero destacar a mis compañeros de piso Marcos, Aurore y Alessandro (que me presentó a mi segunda familia italiana) y a las chicas del motel Wanaka Heights, el lugar más acogedor en el que he trabajado nunca.
A principios de Mayo volé a la isla norte, donde pasé 6 semanas trabajando en el centro de retiros Sudarshanaloka. Allí vivía principalmente un sabio kiwi llamado Vijayamuni, con el que trabé amistad rápidamente, pese a que entendíamos como el 20% de lo que decía el otro.
Durante esas semanas me sentí muy acogida en el centro de retiros y estuve limpiando ventanas y haciendo un mural en una de las casas. Un paisaje de la playa de Piha, porque a Vijayamuni le encanta el surf y quería ver el mar de su playa preferida todas las mañanas.
La siguiente parada fue Australia, donde pasé tres días de retiro de jóvenes budistas. No me dio tiempo a ver nada de Sidney, pero espero que haya una próxima vez.
De allí me mudé a Te Puke con la intención de trabajar podando árboles. Esta aventura no salió muy bien y acabé visitando Wellington por unos días y volviendo a Auckland antes de lo esperado.
Después de pasar diez días en la comunidad de mujeres del centro budista de Auckland, emprendí mi viaje de vuelta a Valencia.
Pasé tres semanas en Valencia rodeada de amigos y tomando un poco de tierra.
No duró mucho la tranquilidad porque el 1 de agosto me fui a Granada, dispuesta a pasar todo el mes en cursando el teacher training de Partner Acrobatics.
Fue una experiencia inolvidable de la que me llevo muchos amigos en el corazon, un montón de recuerdos y una notable mejora en mi práctica de Acro.
Las primeras semanas de septiembre volví a Valencia. Entre medias estuve en el Festival de Acroyoga de Barcelona. Aunque no lo disfruté tanto como habría querido (llevaba un catarro importante encima), hice algunos nuevos amigos que estoy deseando reencontrar, entre ellos un profe de Yoga andaluz que ahora mismo para por Australia.
A mitad de mes, volé a Alemania. Allí visité Berlín durante 5 días y Kassel otros 5 días.
Mi querido Henning y yo dimos un
taller de Acro que fue todo un éxito. Veinte alumnos espectaculares,
que pusieron lo mejor de si mismos y disfrutaron al máximo.
Tras la vuelta a España, hicé el propósito de quedarme en Valencia un tiempo. Voto que solamente he roto con una pequeña escapadita a Madrid para el festival Acromad.
En Octubre empecé a dar clases de yoga en el centro budista. En noviembre mi colega Cany Navarro y yo ofrecimos un retiro que también fue todo un éxito. De nuevo se agotaron las plazas y pasamos un fin de semana disfrutando del yoga la meditación y la rica comida vegetariana que preparamos.
Mientras tanto, he estado asistiendo de lunes a jueves a la formación del espai de circ, aprendiendo verticales, acrobacias, telas, teatro y danza.
Y nos encontramos con el momento presente. Estoy muy indecisa sobre cual va a ser mi próximo paso, pero parece que durante los próximos dos o tres meses estaré por Valencia todavía gestando nuevos proyectos. El 21 de Febrero estaré guiando un retiro en Jérica, (castellón) del cual ya están volando las plazas.
Espero que el 2020 sea tan interesante como ha sido 2019, un año que ha marcado mi vida.